martes, 28 de agosto de 2012

Poesía.







INVENCIÓN DEL REINO
                                RAÚL MENDOZA CÁNEPA








CELESTIALES




Las cartas de amor

Y, sí,
   como las cartas de Pessoa,
los poemas de amor son ridículos
como ridícula es la pluma que consagra
                       algún verso a trasluz del alba.
Y ridículo el fonema
que al cisne atribuye gala
y la nostalgia, la casa, el jardín, la llama.
Ridícula es la carta, sí,
como lo es la rima que fuerza la palabra
y la hoja inmensurable que por cálculo
trama
y trama y encabalga
el vocablo encadenado  
     entre las absurdas flamas.
Aún recuerdo el rostro azul
que arrulla cantos
azul como nada
         y hoy negro como la distancia.
Ridículos los versos y la hojarasca,
ridículo el poeta que a medir no alcanza
                la dimensión del aura
         o  una delgada voz
                que ya erosiona en la garganta.
Poemas de amor y de nostalgia
de dulzor y de campanas,
de escaramuzas que el tiempo hilvana.
Locuras que enhebra la madrugada,
   turbadoras lumbres
        de las viejas casas.
Así será, Pessoa,
las cartas de amor son ridículas,
como ridículas  tornan las distancias.
Van en catapulta las palabras
y van de deuda pendiente,
como debe el ocaso a la alborada.
Ridículos son los versos
Lusitano..sí,
            como ridículas son las cartas.





Neblinas

Neblinas heladas,
trombas de luz en marejada.

Casi a tientas el reloj porfía
Etérea niña de maravillas.

Bruma en la vitrina
vaho en la ventana
Por donde va
   va la semilla,
la tarde marcha.

Años de incendio,
musa imaginada
de resabios y toques,
rigor de la palabra.

Me empeñé en azul,
turbia humorada,
calendario en prosa
entre las fieras faunas.

Animal herido,
hembra del día,
inocencia
de luminiscencias
        vagas.

Eso fuimos entonces,
nada, apenas polvo,
      vaporosa hada.

No existías,
es cierto,
aunque tal vez existías
en el reino de las crudas llamas.

Fuego entre mil
calles abandonadas,
eso fuimos entonces,
vapor ruina masa.

A través del túnel observo
y lo que queda de todo es la palabra.
Y la palabra es Dios, verbo,
O no más que una sutil
              existencia encadenada.

Te inventé entre mil,
y entre mil va la calle
y entre mil yaces como la malva,
herida en la arena vasta.

El cuadro, las rocas sobre Gibraltar
la fiesta de las cascadas,
el rumor del agua que se abate
   sobre mi herida de navajas.

Malhadado invento de la pluma
         mi sangre del tintero bruñe
                 en un rojo abril de pascua.
Recuerdo entonces,
y de recuerdos visto (entre remaches)
la alborada.



Prisión

Divina prisión de amor,
santa en la espesura del siglo,
allende de mis páginas.

Ulterior número de mi biblioteca.
Súbdita enésima
de la majestad soberana.

Devoción eras
"del José puesto en cadenas".
Allí mi verso alcanza
de amor enherbolada.

Y mientras hurgo en estas callejas,
prisión deleite de alma enamorada.

Allí habitaste entre hábitos,
sumando astros
en las tardes pardas.

Y en la inquietud Pascal asoma
cuando los cuerpos hieden
y el pincel delinea trazas.

Un oleo apenas
en el registro de las señas.

Santidad entre los choclos,
del ande lejos:  la curtida España.

En la ermita de sombras,
entre las brumas solidas.
Castellanos de la Cañada.

Reina vigía
del resucitado en la sed,
                de visiones abrasada.




Místicas

Rosa divina que en gentil cultura
dice la rosa enamorada.

Natural de jaula entre montes
bravía del jardín sin flores
Fuego terráqueo,
mariposa alborotada.

Y  para quién van los versos
  que ser no hay que la maravilla abrace
mas que el alma alada que a la cima bate.

Magisterio púrpura en la belleza,
así serena,  letras traza,
y en un rincón remoto de siglos
por eras y misterios transportada.

Sor Juana, Sor Juana,
del mismo centro que provienes
la materia mana,
mana del siniestro cielo gris,
de la neblinosa ira del poniente.
Del tintero ‘Reina salve’,
vaga caligrafía
en el celeste cosmos
que nos perdura y nos deshace.

Canciones del íntimo amor

Canciones de la llama viva.
San Juan entre penumbras
   que hila la tarde
 entre lámparas de fuego,
capitán de la mar brava
         entre las brumas.

Sombras que viste y cautiva,
amante de la vela,
    espíritu obcecado
         de la noche que no es mía.

Traza las letras
        entre las tintas crispado.

Suprema veneración
          que a la hora oscura anima.
Vigila al navegante.
Setenta veces siete
     entre los sauces y el río,
 el santo fulgor
         entre rastras camina.

Llueve la noche,
       languideciente criatura
 que en los verdes pastos hila
la oración embravecida,
la marcha ahíta,
el inefable nudo
           de la aurora sucedida.

Turbadas aves

Turbadas aves
torvos que enturbian
hijas de las tormentas
temor que arredra
pronto trueno.
Lluvia que picotea
 el vidrio trémulo.

Terror de trizas
 tromba que arrecia.

La mala hora
 de las turbias aguas
    abre a la luz palabras
palabras que se tienden
 sobre la yerba pálida.

El sol se pone en el dormidero,
  de la vida el pájaro
 el batir las alas.
La luz invade
  entre sosiegos
  leche caliente
 material espeso
 bracea la colcha
entibia el lecho
se desmonta el peso
anuda el cielo
  prontos hombres a nacer
   amnióticos destellos
(reposa el verso).

Senda que se abre
    en celeste brasa
            y en el seno el cuerpo
de acogedoras llamas
de la divina majestad
los sublimes pechos.

Rutila la sustancia,
  del rosa purpurada:
         vierten azucenas blancas.




Inquietud

Teje el viento el esqueleto
     que habrá de morir.
    Y la exhalación se agota en un hilo.
Habrá de morir el esqueleto.
La extremaunción de los cuerpos.
  Yace el llano entre nubarrón extenso.
 El pie y la quijada del miembro yerto
  golpea en el aire seco,
      habrá de morir el esqueleto.

Y si del aire somos a la tierra vamos
    y como mamífero de años
     voy, indago.
Voy inquieto, mareos a estribor,
 mar azul verde grana,
aunque entre blancos
 ha de morir el esqueleto.
Cojeando el pie in-numero
    dispuesto a la batalla
         que ensaña la tarde en el iris vasto.

De tierra el polvo entre las marañas,
    todos acuden, óseos,
 en la tarde,
   sepulcros de carne
   gemidos ralos,
   vaho múltiple vaho
     del vidrio
         que refleja
            mis ojos fragmentados.



Sendas

La oscura senda de Fray Luis en la hondonada,
el viento perfila tempestades
 en el albor siniestro escondo entre ramas.

Me asalta el pregón del ruido mundano,
 las sublimes comisuras del beso que apura,
 las curvadas líneas del tiempo humano.

Caen las lluvias como ojo en cascadas
y vuelve el rostro
        suprema piel encadenada.

El ceño severo Fray Luis
    ahuyenta al río, al cañaveral, el monte.

 La pluma de tintas tantas veces platinada
 de vieja rugosidad del tiempo esconde,
 desparece desalinea leve.
 Vuelve  a la carga en el silencio
        y se estremece porque estremece el hombre,
       fulgor azul azul de estrella decantada.

Astro al fuego muerto entre palabras
      que vive y agita desde la fogata.

Vuelve a la vida el ser que habito
     entre cánticos de coros celestiales.

Rumor de aires de remotas cabalgatas,
enemigo fiero
     …sigiloso en la montaña.


Tiempo en el huerto

Vieja a un tiempo un retrato,
 grietas que hilan la muerte,
   diente desaforado,
    labio inerte,
  el parpado ennegrecido,
  la oscuridad de tu fatiga,
 de otro eras
    del tiempo que a rastras
 quema la maleza
   en la ladera impía.

Todos ruedan,
    el minutero abisma.
Fealdad de lúgubres caídas.

Han pasado diez, veinte,
 las ruedas de las fortunas
   se echaron a andar
 Las letras de los versos
     rodaron a sus venturas.

Maleficio antelado
   agonía del cordero.

Es el tiempo, repito,
  desfalleciente dama,
   ubérrima princesa de antiguos dramas.

Es lo que queda vieja a la diabla
 y de la tierra poco, el trigal escaso,
 se abren entre ambos siniestras zanjas.

Un retrato apenas en la cañada
    y el ojo fijo la sonrisa espesa
 de muerte núbil acechada.

Nada queda, es verdad,
     sino el verso que sitia el alma
y el corredizo, el jardín,
      la planicie enlosetada,
cúmulo de hojas de sutil palabra.
Nada queda de la bella Praga,
    los hielos del poniente
 y las superficies vagas,
el camino, la yerba al ras
los divinos pies,
  del fraile las palabras
 que en turba como novedad
        me alcanzan,
la silla, la huerta, la fuente
  del rumor de aguas,
de la ausencia dura,
 del misal el alma,
del ritual la casa.

Ávida flecha envenenada,
  socavón de lanza,
 recodos abruptos
       van de nostalgia.

De la tierra nada,
del retrato escombro
de las bellas líneas
   memoria de fragancias.

Dios, la esfera que sostienes
       del ruin trajín rescata,
ley del sino crudo y leal destino
 que con este ser
    y entre riscos
        piedra despedazada,
el reloj mortecino de carne labrado
  que con el polvo y ya de vuelta
        mal se ensaña.



Culpas y padecimientos

Desbaratado el cielo
      azorados ojos
  me reprochan.

El trajín bajo los helechos
el botón prendido,
    abismo rojo.

Cae el antebrazo,
     el muslo vierte,
     el bastón recto,
 piel en retazos,
      cabaña del lago.

Infesta del rojor
     los rosedales
  el esternocleido azulado.

Sumerjo entre baños
     la naturaleza brava
y al cernir me levanto,
   corro entre girasoles,
       entre alhelíes rosados.

Lejos del arrullo escondo
     la señal del mundo
     la impronta del pecado
     y de hinojos vuelca
         dedos entrelazados,
perdones girasoles
   sutiles geranios.

Blanco es el arenal,
      la vasta ira
         y el mísero albo perdonado.

Vasta conmiseración que nos agita,
     columnas de humo
         tan en gracia llamando.

 Así será el retorno
       de fulgores señalado.

Así será el perdón magnífico
      que en misericorde ruego,
         el alma de trigos va dorando.
   




Sublimes agonías

He dejado
 caer la ablación sobre mi cuerpo
      sobre mis palmas el clavo
      que es óxido sagrado.

Me he dejado calcinar el hueso
     Vinieron por mí
       entre cantos y reverberaciones.
  
A golpe de palo
         me extirparon el deseo
     entre maderos
           los ojos ensangrentados,
 el rayo maligno que me hiere
        el raudo látigo.

Me cuartearon las costillas
     se desfleca el lado,
        reta la lanza
                   en mis costados.

La piedra que ha de reposar
      la nuca del labriego
      yace a un lado en calma
             y vuelvo
             y vuelvo
        de majestades sereno.

Dice el Dios
    mientras el hombre
        aquel que calzo
         es apenas caminante
          de agujero insecto.

La piedra del ánima gozoso
   señor
         no sirve para mis fatigas
     mientras que el dolor
        socave el cuerpo del compañero,
       mientras la mitad del ojo
          muera en febril desvelo.









TERRENALES





Papeles perdidos
                                                                                            
Tenía que escribirte ese gran poema a su debido tiempo.
Pero me casé,
Tengo un jardín con pileta,
 un jarrón de lilas
   tan de amor una cuneta
una mujer,
unas fotografías
         que cuelgan en un pasadizo.

Construí una casa con patio
         donde corretean los niños
     los olivares cansinos
           los gatos erizos
        los maderos encerados.
              Es una calle extensa,
                   tanto como si se la tragara una boca
                            al filo de la última casa.

                               Es  minúscula en el estío,
                             descomunal en lontananza
lejana como un punto,
                             en un rincón sin abrigo.

    Ya no escribo.
No se me es perdonable,
  ese gran poema que siempre soñaste
       los vocablos azules
         los empinados versos

                    Dormita la barca,
           duerme el trigo.
Y ya no escribo.

Eso es todo.
Tengo un sillón, un relicario, un reloj de armario.
Hago el amor sin ganas a media tarde
   guardo en la memoria el bestiario
        libros curtidos
  entre telarañas deshojados
        calendarios fugitivos.

  Beso a mi mujer con el desayuno en la boca
     Enterré cinco perros
     y río todo el día como un idiota.
          Los pliegues del rostro desdoblan
                       viejas casas.
    
A veces pienso
    que tú también tienes un sillón,
         un relicario y un reloj de armario
             y que haces el amor sin ganas
              perfumada de geranios,
                  lactosa húmeda
                         embravecida hembra
                                     a media tarde.

Tenía que escribirte ese gran poema a su debido tiempo
     ...pero me casé
            y tengo un jardín con pileta.





Espacios en blanco

Vengo al hogar que no será habitado
Jamás habrá voces ni memorias en él.

He paseado por sus patios
         que no han sido levantados,
                 no viviremos en él.

No habrá una pérgola de esmeraldas
Ni barandas ni balcones ni zócalos
Ni humeará el bizcocho de las seis.

Miro los ojos de los hijos que no vendrán,
Ellos brincan y giran y sonríen
Hay briznas de rocío y humedad.

Hubo ciudades que fueron levantadas
   Y otras que no se erigirán.

Hay salones sin promesas
   Sin augurios:
Sin ruinas sin caminos sin niñez.

Echarán cartas
    (que devorarán océanos)
           que nunca llegarán.

He venido al hogar que no será habitado,
         les vierto vocablos a sus muros trizados
                a sus quebrados aleros
               a sus penumbras densas
                     a su sillería de ébano,
 a la bruma nocturna de su lecho
 a aquel sombreado tálamo
        sobre el cual…
                      jamás te dormirás.

               



            
Domingo

Para siempre.
Te tenía reservado
    este lugar.
Para siempre.
Es domingo
   que como en tarde cuelgo
     la pesadez de un agrio licor.
 Inusitada neblina estival.

Para siempre
  Eras para siempre.
No soy de los que pierden el tiempo
   en inmediatos adioses.
Muerte sobre la mar.

No te creas que no es algo serio.

Pero tengo sombras,
Y en domingo tengo sombras
 Y al envolver el pescado
     tengo sombras.
Maleficio dominical.

Estoy solo
  en la barca
Es domingo
Y me purifico, mujer.

Y digo así como soy,
es domingo
y se me caen las muelas de la cara.
 Solemne cántico mortal.

Para siempre,
reiríamos juntos
                            no sé de qué vívido ron.

Te tenía un cielo
  de astrología alcanzable
   y un rincón de domingo sin sombra.

Un tiempo que he torcido
   como a un pescuezo trémulo.
Una mano que me tuerce
         como a un pescuezo trémulo.

Para siempre,
  mi cuerpo sin abrigo,
  una tarde de domingo
    que cuelga en el corazón.


Abandonado
                                                      

Tenía los ojos bien abiertos
   casi como un “pescado muerto”.

Me compadecieron.
    No siempre se aborda el océano.
Agolpado, inerte, entre los maderos.
Una gota salada como un fierro en la boca
Me dicen que hay tierra más allá del mar.
Déjala ir, todo el mundo vuelve.

Tenía como un pescuezo de palo.
Ella quiere hacer películas.
Está medio loca
Nunca la veré en las portadas de las revistas.

Me pregunto si lustra sus zapatos
   Si ha dejado de fumar
Mientras creo que mi rostro se cuartea en el espejo.

No, no es el escalofrío lo que me mata,
    ...es la muerte implacable de la memoria.

                          


                                     Desde mi celda

                   “Ojala que las hojas no te toquen el cuerpo/ cuando caigan/ para que no las puedas convertir en cristal” (Silvio Rodriguez: Ojalá)


Ojalá me pisaran los pies del jornalero
   y me pulverizara en un inescrutado recodo del camino.
Ojalá se deshilachara mi traje
                 (de infinidad de rayas tejido)
  y se desvaneciera mi cuerpo
    mi sombra filuda
   mi vientre de agua
   mis patas de araña.

Ojalá y fuese la rueda
     volcada al fondo de un acantilado
     y la lengua del océano me royera.

Ojalá y se abriese la tierra:
     un alud de escarchas
   una tromba de lava
     una fuga de hielo
     un destello deprisa
    un sendero sin rastro.

Ojalá me arrastrara la cólera del viento
         hacia tu cuerpo
         a las raíces de tu cuerpo
a las cenizas de tus ojos.
Y mi tiempo se bifurcara en otro
  y el otro en uno nuevo
    hasta el infinito:
         ....como los espejos y los laberintos.





No hay retornos

Vuelvo
......y  no vuelvo el mismo.
ni a los viejos amores
ni  a los antiguos himnos.

Vuelvo a las cosas sencillas
  a las sabias nociones
  a la fruta del ramo
 a la orilla del agua.

Pero no se nos ha sido dado volver.

Jamás volvemos
     al ángulo recóndito
     al minucioso espacio
            ni a los perfumes
         ni a las canciones
         ni a los tamaños.

Vuelvo
....pero no vuelvo el mismo
       porque nos se nos ha sido dado volver.


                                           Desconocidos
Adiós.
Para siempre adiós.
Viajeros de ida,
simplemente extraños.

Amor, siempre los adioses.
Es inútil combatir
      el lindero del abismo.
Punto de agujas
     Remotos arcanos.

Distantes barrios,
disímiles voces,
tu cuerpo yerto desdoblándose
   en extraños territorios.

Es muy tarde, adiós.
Vierto mis humos arqueados
      en las calles moribundas.
El océano ya no tiene tus ojos.
Eso es todo.
Adiós.




París imaginario

¿Te acordarás de mí
cuando un verso
   salte como un pez
      desde invisibles páginas?
Artilugio, magia de alhelí.

O tal vez al pie de una azulina grieta
       de una meseta sin grietas
o al beber del ojo de la tierra
   mi sangre única
       cuya música aún vistes de gris.

O al ver este amor
      en un anillo simple
          que abrió cruces y caminos
                     en la hojarasca de abril.

¿Te acordarás de mí
  cuando colmes del trago lívido
       que bebí siempre a solas
       y vuelvas la mirada
         a la curvatura angosta
        de este pobre  vertebrado
                   de ojos niebla?
Párpado sobre el atril.

Veloz, ágil, viento, bella.
Cuando etéreas golondrinas
        de algún sueño
        vuelen en círculo sobre tu cuerpo,
acuérdate de mí.





Oración para batallas

Dios,
que este odio que he tallado
   de ha un tiempo
        en el polvo sólido del aire,
        no entre más.

Me quiebra el querer morir,
Y todo se me muere
    en un despacio pálpito enhebrado.
La garganta brusca torna a crepitar.

Morir,
tenderme a la ausencia
   como un árbol.

Al venir vine invitado de narices
 Y ayyy! quiero el té, la colcha, el zaguán.
El vaho de mis ojos puebla el acero del espejo
Las aves reptan sobre los reflejos trizados
                   del embravecido mar.
 Morir, morir como desobediencia civil.

Dios,
que una devastación
   de brasas me devore,
   que los dedos de una sombra
          me aprisionen.
Que la carne se me vierta en
      una boca
Qué,  ¿no ves?
  ¿En tu sangre no coagulan mis culpas,
     mis hartas pólvoras,
       mi deshecho corazón?
Dios, en este paraje de boscosas y viles ironías,
Pregunto  ¿Hacia dónde vas?




Dos

Hembra
Duros pétalos
Diosa que se descubre al hombre.

Varón
no te ilusiones,
mira que el sueño dura lo que el asombro.
El candor sin clemencia se rompe.

No estés con los ojos,
 sácate el apuro.

Osamenta, vuelca tu queja única
    y ya no aguardes
 que para ella el mundo brinca
        como un trompo de madera.
Tejido de heladas lluvias
       Tímido fulgor del bronce.

Varón,
algún día:
  hembra que vuelve en el rocío.
No la aguardes.
Fuga entre los estrépitos del monte.

Hembra,
 torna a poblar el espacio
       que el polvo ocupa.

Ave que emigra del humo
     que se curva como una seña
        que viene a morir en el desierto.
A rastras, aletea,
         va hacia donde la luz se esconde.

Hembra,
carnívora de boca fría
 cabellera del círculo,
boca húmeda de trueno.





El que aguarda
“Hay un loco que espera en vano en la esquina de un parque”.

Creo en ti,
quieras o no.
Creada puntual,
Doliente hija de mis palabras.

Mira que aguardo
  un día y otro,
un día y otro,
rigor batallador paciente,
así cotidiano inútil,
asignada ausente
  simiente evaporada.

Creo en ti,
jugador que soy
así severo,
señalada.




Penélope

Tenía en mente una frágil gacela
      con ojos de lumbre y color de papel.
Está llorando,
  no la ve venir.
Son las diez.
Quiere ser la polvareda traslucida,
la noche sucedida,
la aurora que declina,
la agonía.

Ser la piedra que se erige
  y luego se destruye
    o el abismo
          que es eterno y vano.

Ser un ojo
        devorado por un mito,
una lengua muerta,
un cóncavo cuerpo corrompido,
     un perfume vertido al viento,
         una palabra.

Abre los ojos
       a la hora que se cubren los espejos.
Ella no volverá.
Cree que Ulises arribará del sueño.
Se tiene por un árbol hendido por los siglos.
Así morirá,
   y el tiempo se olvidará de su obra.





Soledades
Habitante de sombras
Cuerpo curvado
Mano de rugosas concavidades
Solitario entre penumbras
Vigía que aguarda inútilmente
Punto al margen
Invisible hacedor de caminos
Caminante de rutas y de escombros.
La soledad del cautiverio
Corazón cautivo
Nombre que entre rumas
  esconde el nombre
    nombre escondido entre lunas
  y la luna va y me nombra
  en su ciclo leal y su escondite
  Soledad apenas
     del que se agita y llama
            entre trompas e imprecaciones:
    las imperceptibles cifras
       de su nombre.








MARINAS





Mar
Cruzan en la espesura azul
 medusas del sueño
Infinita soledad del marinero
     vastedad en calma
    lejano puerto
        vienen por mí las mareas.
Mientras el plancton
        devora tus palmas
  nos rodean
    los seres larvarios
          las nutrientes ramas.
Nos alimenta el océano
    duerme la barca
        sobre la mar brava.
Soledad bípeda
     anudan las algas
       aniegan las balsas
     y entre corrientes
           la vela navega
                echada a su suerte.




Tempestad
      
Yo no creo en las tempestades
         ni creo en las sombras que me rodean
           abomino de los naufragios
                       y de las islas desiertas.
Marino voraz que traga las leguas
        entre rocas de coral
Peón de agua
      desafiando las distancias.




Ciudad marina

Erigí esta urbe
      sobre las piedras.
Entre los matorrales marrones
       en el confín de la isla
  entre las plateadas tierras.
No hay Viernes ni lúcumas
     adormilan los cocos
   rige el silencio
       entre las tinieblas.
Luciérnaga que acecha
     fogón entre las nieblas
te pareces al lucero
      que alumbra las sierras.
Pendientes cordillera
     fragor del recuerdo en que estoy,
lejos, punto de luz
  rubia cascada de antiguas guerras
   incierto vapor y llama
    dolor que curte y eleva.
Inseguridad de infinitos
     entre los lindes del abismo
Luciérnaga que da a luz
      a las hijas de Zeus
     celestías bordadas
         que musito y apercibo
     Criaturas que son fundamento
            anclas de luz de los oleajes.




Náufragos


Van a la sombra
      con sigilo del depredador: el tiempo.
Malas notas para los hombres:
habrán de morir
     en el azul tornado
            en los cascos platinados
      en las veredas
         en el ático
              el mercado
No lo sé,
pero el filo aguarda
    no desfallece del tiempo
No teme
    lejos se lleva el polvo
        de los magníficos cuerpos
   en el Atlántico
        en el rudo Leteo
  entre las falanges de Caronte
     o en el simbólico fuego
        con el que los vikingos
          honran a sus muertos.
La orilla mientras tanto
    me colma
       y de elementos me colma el agua
       de nutrientes la piel y el ojo
          de sales la garganta
Muerto feliz al cabo
        el del río que da a la mar
 navegante de vientos húmedos
   de brisas pasajeras
       y entre ellas el ardor desnudo
     la plácida extensión que nos somete
y morimos entre resuellos y murmuraciones
felices a un tiempo
      entre apretados nudos.
El quid de la vida en un abrazo
        y el norte feliz en los Barbados.
Miran tus pupilas
    me sobrecogen
       trizas de espejos en los astros.





El puerto

Niña.
Hoy tan cerca, tan marcial.
Esas cejas nuevas
      y los ojos recién puestos.

Veo partir los barcos.
El muelle guarece,
El sol reposa su aura magistral.

Hilvanando nombres me pasé la tarde.
El muelle, la ronda del lobo, la risa, la aurora.
El océano metálico de cantico nupcial.
Es la memoria.
El lecho nuboso a medio armar.
Ese amor,
sublime, trágico,
hileras angostas trepan en mi cuerpo
niña,
desasido collar de antiguos ritos.
Encrespados mares por navegar.
Y ese río ineludible y mortal, mujer, ¿para dónde irá?



  
      


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