INVENCIÓN DEL REINO
RAÚL MENDOZA
CÁNEPA
CELESTIALES
Las cartas
de amor
Y, sí,
como las cartas de Pessoa,
los
poemas de amor son ridículos
como
ridícula es la pluma que consagra
algún verso a trasluz
del alba.
Y ridículo
el fonema
que al
cisne atribuye gala
y la
nostalgia, la casa, el jardín, la llama.
Ridícula
es la carta, sí,
como lo
es la rima que fuerza la palabra
y la
hoja inmensurable que por cálculo
trama
y trama
y encabalga
el vocablo
encadenado
entre las absurdas flamas.
Aún
recuerdo el rostro azul
que
arrulla cantos
azul
como nada
y hoy negro como la distancia.
Ridículos
los versos y la hojarasca,
ridículo
el poeta que a medir no alcanza
la dimensión del aura
o una delgada voz
que ya erosiona en la garganta.
Poemas
de amor y de nostalgia
de
dulzor y de campanas,
de escaramuzas
que el tiempo hilvana.
Locuras
que enhebra la madrugada,
turbadoras lumbres
de las viejas casas.
Así
será, Pessoa,
las
cartas de amor son ridículas,
como
ridículas tornan las distancias.
Van en
catapulta las palabras
y van de
deuda pendiente,
como
debe el ocaso a la alborada.
Ridículos
son los versos
Lusitano..sí,
como ridículas son las cartas.
Neblinas
Neblinas
heladas,
trombas
de luz en marejada.
Casi a
tientas el reloj porfía
Etérea
niña de maravillas.
Bruma
en la vitrina
vaho en
la ventana
Por
donde va
va la semilla,
la
tarde marcha.
Años de
incendio,
musa
imaginada
de
resabios y toques,
rigor
de la palabra.
Me
empeñé en azul,
turbia
humorada,
calendario
en prosa
entre
las fieras faunas.
Animal
herido,
hembra
del día,
inocencia
de
luminiscencias
vagas.
Eso
fuimos entonces,
nada,
apenas polvo,
vaporosa hada.
No
existías,
es
cierto,
aunque
tal vez existías
en el
reino de las crudas llamas.
Fuego
entre mil
calles
abandonadas,
eso
fuimos entonces,
vapor
ruina masa.
A
través del túnel observo
y lo
que queda de todo es la palabra.
Y la
palabra es Dios, verbo,
O no
más que una sutil
existencia encadenada.
Te
inventé entre mil,
y entre
mil va la calle
y entre
mil yaces como la malva,
herida
en la arena vasta.
El
cuadro, las rocas sobre Gibraltar
la
fiesta de las cascadas,
el
rumor del agua que se abate
sobre mi herida de navajas.
Malhadado
invento de la pluma
mi sangre del tintero bruñe
en un rojo abril de pascua.
Recuerdo
entonces,
y de
recuerdos visto (entre remaches)
la
alborada.
Prisión
Divina
prisión de amor,
santa
en la espesura del siglo,
allende
de mis páginas.
Ulterior
número de mi biblioteca.
Súbdita
enésima
de la
majestad soberana.
Devoción
eras
"del
José puesto en cadenas".
Allí mi
verso alcanza
de amor
enherbolada.
Y
mientras hurgo en estas callejas,
prisión
deleite de alma enamorada.
Allí
habitaste entre hábitos,
sumando
astros
en las
tardes pardas.
Y en la
inquietud Pascal asoma
cuando
los cuerpos hieden
y el
pincel delinea trazas.
Un oleo
apenas
en el
registro de las señas.
Santidad
entre los choclos,
del
ande lejos: la curtida España.
En la
ermita de sombras,
entre
las brumas solidas.
Castellanos
de la Cañada.
Reina
vigía
del
resucitado en la sed,
de visiones abrasada.
Místicas
Rosa
divina que en gentil cultura
dice la
rosa enamorada.
Natural
de jaula entre montes
bravía
del jardín sin flores
Fuego
terráqueo,
mariposa
alborotada.
Y para quién van los versos
que ser no hay que la maravilla abrace
mas que
el alma alada que a la cima bate.
Magisterio
púrpura en la belleza,
así
serena, letras traza,
y en un
rincón remoto de siglos
por
eras y misterios transportada.
Sor
Juana, Sor Juana,
del
mismo centro que provienes
la
materia mana,
mana
del siniestro cielo gris,
de la
neblinosa ira del poniente.
Del
tintero ‘Reina salve’,
vaga
caligrafía
en el
celeste cosmos
que nos
perdura y nos deshace.
Canciones
del íntimo amor
Canciones
de la llama viva.
San
Juan entre penumbras
que hila la tarde
entre
lámparas de fuego,
capitán
de la mar brava
entre las brumas.
Sombras
que viste y cautiva,
amante
de la vela,
espíritu obcecado
de la noche que no es mía.
Traza
las letras
entre las tintas crispado.
Suprema
veneración
que a la hora oscura anima.
Vigila
al navegante.
Setenta
veces siete
entre los sauces y el río,
el
santo fulgor
entre rastras camina.
Llueve
la noche,
languideciente criatura
que
en los verdes pastos hila
la
oración embravecida,
la
marcha ahíta,
el
inefable nudo
de la aurora sucedida.
Turbadas
aves
Turbadas
aves
torvos
que enturbian
hijas
de las tormentas
temor
que arredra
pronto
trueno.
Lluvia
que picotea
el
vidrio trémulo.
Terror
de trizas
tromba
que arrecia.
La mala
hora
de
las turbias aguas
abre a la luz palabras
palabras
que se tienden
sobre
la yerba pálida.
El sol
se pone en el dormidero,
de la vida el pájaro
el
batir las alas.
La luz
invade
entre sosiegos
leche caliente
material
espeso
bracea
la colcha
entibia
el lecho
se
desmonta el peso
anuda
el cielo
prontos hombres a nacer
amnióticos destellos
(reposa
el verso).
Senda
que se abre
en celeste brasa
y en el seno el cuerpo
de
acogedoras llamas
de la
divina majestad
los
sublimes pechos.
Rutila
la sustancia,
del rosa purpurada:
vierten azucenas blancas.
Inquietud
Teje el
viento el esqueleto
que habrá de morir.
Y la exhalación se agota en un hilo.
Habrá
de morir el esqueleto.
La
extremaunción de los cuerpos.
Yace el llano entre nubarrón extenso.
El
pie y la quijada del miembro yerto
golpea en el aire seco,
habrá de morir el esqueleto.
Y si
del aire somos a la tierra vamos
y como mamífero de años
voy, indago.
Voy
inquieto, mareos a estribor,
mar
azul verde grana,
aunque
entre blancos
ha
de morir el esqueleto.
Cojeando
el pie in-numero
dispuesto a la batalla
que ensaña la tarde en el iris vasto.
De
tierra el polvo entre las marañas,
todos acuden, óseos,
en
la tarde,
sepulcros de carne
gemidos ralos,
vaho múltiple vaho
del vidrio
que refleja
mis ojos fragmentados.
Sendas
La
oscura senda de Fray Luis en la hondonada,
el
viento perfila tempestades
en
el albor siniestro escondo entre ramas.
Me
asalta el pregón del ruido mundano,
las
sublimes comisuras del beso que apura,
las
curvadas líneas del tiempo humano.
Caen
las lluvias como ojo en cascadas
y
vuelve el rostro
suprema piel encadenada.
El ceño
severo Fray Luis
ahuyenta al río, al cañaveral, el monte.
La
pluma de tintas tantas veces platinada
de
vieja rugosidad del tiempo esconde,
desparece
desalinea leve.
Vuelve
a la carga en el silencio
y se estremece porque estremece el hombre,
fulgor azul azul de estrella decantada.
Astro
al fuego muerto entre palabras
que vive y agita desde la fogata.
Vuelve
a la vida el ser que habito
entre cánticos de coros celestiales.
Rumor
de aires de remotas cabalgatas,
enemigo
fiero
…sigiloso en la montaña.
Tiempo
en el huerto
Vieja a
un tiempo un retrato,
grietas
que hilan la muerte,
diente desaforado,
labio inerte,
el parpado ennegrecido,
la oscuridad de tu fatiga,
de
otro eras
del tiempo que a rastras
quema
la maleza
en la ladera impía.
Todos
ruedan,
el minutero abisma.
Fealdad
de lúgubres caídas.
Han
pasado diez, veinte,
las
ruedas de las fortunas
se echaron a andar
Las
letras de los versos
rodaron a sus venturas.
Maleficio
antelado
agonía del cordero.
Es el
tiempo, repito,
desfalleciente dama,
ubérrima princesa de antiguos dramas.
Es lo
que queda vieja a la diabla
y
de la tierra poco, el trigal escaso,
se
abren entre ambos siniestras zanjas.
Un
retrato apenas en la cañada
y el ojo fijo la sonrisa espesa
de
muerte núbil acechada.
Nada
queda, es verdad,
sino el verso que sitia el alma
y el
corredizo, el jardín,
la planicie enlosetada,
cúmulo
de hojas de sutil palabra.
Nada
queda de la bella Praga,
los hielos del poniente
y
las superficies vagas,
el
camino, la yerba al ras
los divinos
pies,
del fraile las palabras
que
en turba como novedad
me alcanzan,
la
silla, la huerta, la fuente
del rumor de aguas,
de la
ausencia dura,
del
misal el alma,
del
ritual la casa.
Ávida
flecha envenenada,
socavón de lanza,
recodos
abruptos
van de nostalgia.
De la
tierra nada,
del
retrato escombro
de las
bellas líneas
memoria de fragancias.
Dios,
la esfera que sostienes
del ruin trajín rescata,
ley del
sino crudo y leal destino
que
con este ser
y entre riscos
piedra despedazada,
el
reloj mortecino de carne labrado
que con el polvo y ya de vuelta
mal se ensaña.
Culpas
y padecimientos
Desbaratado
el cielo
azorados ojos
me reprochan.
El
trajín bajo los helechos
el
botón prendido,
abismo rojo.
Cae el
antebrazo,
el muslo vierte,
el bastón recto,
piel
en retazos,
cabaña del lago.
Infesta
del rojor
los rosedales
el esternocleido azulado.
Sumerjo
entre baños
la naturaleza brava
y al
cernir me levanto,
corro entre girasoles,
entre alhelíes rosados.
Lejos
del arrullo escondo
la señal del mundo
la impronta del pecado
y de hinojos vuelca
dedos entrelazados,
perdones
girasoles
sutiles geranios.
Blanco
es el arenal,
la vasta ira
y el mísero albo perdonado.
Vasta
conmiseración que nos agita,
columnas de humo
tan en gracia llamando.
Así
será el retorno
de fulgores señalado.
Así
será el perdón magnífico
que en misericorde ruego,
el alma de trigos va dorando.
Sublimes
agonías
He
dejado
caer
la ablación sobre mi cuerpo
sobre mis palmas el clavo
que es óxido sagrado.
Me he
dejado calcinar el hueso
Vinieron por mí
entre cantos y reverberaciones.
A golpe
de palo
me extirparon el deseo
entre maderos
los ojos ensangrentados,
el
rayo maligno que me hiere
el raudo látigo.
Me
cuartearon las costillas
se desfleca el lado,
reta la lanza
en mis costados.
La
piedra que ha de reposar
la nuca del labriego
yace a un lado en calma
y vuelvo
y vuelvo
de majestades sereno.
Dice el
Dios
mientras el hombre
aquel que calzo
es apenas caminante
de agujero insecto.
La
piedra del ánima gozoso
señor
no sirve para mis fatigas
mientras que el dolor
socave el cuerpo del compañero,
mientras la mitad del ojo
muera en febril desvelo.
TERRENALES
Papeles
perdidos
Tenía
que escribirte ese gran poema a su debido tiempo.
Pero me
casé,
Tengo
un jardín con pileta,
un
jarrón de lilas
tan de amor una cuneta
una
mujer,
unas
fotografías
que cuelgan en un pasadizo.
Construí
una casa con patio
donde corretean los niños
los olivares cansinos
los gatos erizos
los maderos encerados.
Es una calle extensa,
tanto como si se la tragara una boca
al filo de la última casa.
Es
minúscula en el estío,
descomunal en lontananza
lejana
como un punto,
en un rincón sin abrigo.
Ya no escribo.
No se
me es perdonable,
ese gran poema que siempre soñaste
los vocablos azules
los empinados versos
Dormita la barca,
duerme el trigo.
Y ya no
escribo.
Eso es
todo.
Tengo
un sillón, un relicario, un reloj de armario.
Hago el
amor sin ganas a media tarde
guardo en la memoria el bestiario
libros curtidos
entre telarañas deshojados
calendarios fugitivos.
Beso a mi mujer con el desayuno en la boca
Enterré cinco perros
y río todo el día como un idiota.
Los pliegues del rostro desdoblan
viejas casas.
A veces
pienso
que tú también tienes un sillón,
un relicario y un reloj de armario
y que haces el amor sin ganas
perfumada de geranios,
lactosa húmeda
embravecida hembra
a media
tarde.
Tenía
que escribirte ese gran poema a su debido tiempo
...pero me casé
y tengo un jardín con pileta.
Espacios
en blanco
Vengo
al hogar que no será habitado
Jamás
habrá voces ni memorias en él.
He
paseado por sus patios
que no han sido levantados,
no viviremos en él.
No
habrá una pérgola de esmeraldas
Ni
barandas ni balcones ni zócalos
Ni
humeará el bizcocho de las seis.
Miro
los ojos de los hijos que no vendrán,
Ellos
brincan y giran y sonríen
Hay
briznas de rocío y humedad.
Hubo
ciudades que fueron levantadas
Y otras que no se erigirán.
Hay
salones sin promesas
Sin augurios:
Sin
ruinas sin caminos sin niñez.
Echarán
cartas
(que devorarán océanos)
que nunca llegarán.
He
venido al hogar que no será habitado,
les vierto vocablos a sus muros trizados
a sus quebrados aleros
a sus penumbras densas
a su sillería de ébano,
a
la bruma nocturna de su lecho
a
aquel sombreado tálamo
sobre el cual…
jamás te dormirás.
Domingo
Para
siempre.
Te
tenía reservado
este lugar.
Para
siempre.
Es
domingo
que como en tarde cuelgo
la pesadez de un agrio licor.
Inusitada
neblina estival.
Para
siempre
Eras para siempre.
No soy
de los que pierden el tiempo
en inmediatos adioses.
Muerte
sobre la mar.
No te
creas que no es algo serio.
Pero
tengo sombras,
Y en
domingo tengo sombras
Y
al envolver el pescado
tengo sombras.
Maleficio
dominical.
Estoy
solo
en la barca
Es
domingo
Y me
purifico, mujer.
Y digo
así como soy,
es
domingo
y se me
caen las muelas de la cara.
Solemne
cántico mortal.
Para
siempre,
reiríamos
juntos
no sé de qué vívido ron.
Te
tenía un cielo
de astrología alcanzable
y un rincón de domingo sin sombra.
Un
tiempo que he torcido
como a un pescuezo trémulo.
Una
mano que me tuerce
como a un pescuezo trémulo.
Para
siempre,
mi cuerpo sin abrigo,
una tarde de domingo
que cuelga en el corazón.
Abandonado
Tenía
los ojos bien abiertos
casi como un “pescado muerto”.
Me
compadecieron.
No siempre se aborda el océano.
Agolpado,
inerte, entre los maderos.
Una
gota salada como un fierro en la boca
Me
dicen que hay tierra más allá del mar.
Déjala
ir, todo el mundo vuelve.
Tenía
como un pescuezo de palo.
Ella
quiere hacer películas.
Está
medio loca
Nunca
la veré en las portadas de las revistas.
Me pregunto
si lustra sus zapatos
Si ha dejado de fumar
Mientras
creo que mi rostro se cuartea en el espejo.
No, no
es el escalofrío lo que me mata,
...es la muerte implacable de la memoria.
Desde mi celda
“Ojala que las hojas no te toquen el cuerpo/ cuando caigan/ para
que no las puedas convertir en cristal” (Silvio Rodriguez: Ojalá)
Ojalá me pisaran los pies del jornalero
y me pulverizara en un inescrutado recodo del camino.
Ojalá
se deshilachara mi traje
(de infinidad de rayas tejido)
y se desvaneciera mi cuerpo
mi sombra filuda
mi vientre de agua
mis patas de araña.
Ojalá y
fuese la rueda
volcada al fondo de un acantilado
y la lengua del océano me royera.
Ojalá y
se abriese la tierra:
un alud de escarchas
una tromba de lava
una fuga de hielo
un destello deprisa
un sendero sin rastro.
Ojalá
me arrastrara la cólera del viento
hacia tu cuerpo
a las raíces de tu cuerpo
a las
cenizas de tus ojos.
Y mi
tiempo se bifurcara en otro
y el otro en uno nuevo
hasta el infinito:
....como los espejos y los laberintos.
No hay
retornos
Vuelvo
......y
no vuelvo el mismo.
ni a los
viejos amores
ni
a los antiguos himnos.
Vuelvo
a las cosas sencillas
a las sabias nociones
a la fruta del ramo
a
la orilla del agua.
Pero no
se nos ha sido dado volver.
Jamás
volvemos
al ángulo recóndito
al minucioso espacio
ni a los perfumes
ni a las canciones
ni a los tamaños.
Vuelvo
....pero
no vuelvo el mismo
porque nos se nos ha sido dado volver.
Desconocidos
Adiós.
Para
siempre adiós.
Viajeros
de ida,
simplemente
extraños.
Amor,
siempre los adioses.
Es
inútil combatir
el lindero del abismo.
Punto
de agujas
Remotos arcanos.
Distantes
barrios,
disímiles
voces,
tu
cuerpo yerto desdoblándose
en extraños territorios.
Es muy
tarde, adiós.
Vierto
mis humos arqueados
en las calles moribundas.
El
océano ya no tiene tus ojos.
Eso es
todo.
Adiós.
París
imaginario
¿Te
acordarás de mí
cuando
un verso
salte como un pez
desde invisibles páginas?
Artilugio,
magia de alhelí.
O tal
vez al pie de una azulina grieta
de una meseta sin grietas
o al
beber del ojo de la tierra
mi sangre única
cuya música aún vistes de gris.
O al
ver este amor
en un anillo simple
que abrió cruces y caminos
en
la hojarasca de abril.
¿Te
acordarás de mí
cuando colmes del trago lívido
que bebí siempre a solas
y vuelvas la mirada
a la curvatura angosta
de este pobre vertebrado
de ojos niebla?
Párpado
sobre el atril.
Veloz,
ágil, viento, bella.
Cuando
etéreas golondrinas
de algún sueño
vuelen en círculo sobre tu cuerpo,
acuérdate
de mí.
Oración
para batallas
Dios,
que
este odio que he tallado
de ha un tiempo
en el polvo sólido del aire,
no entre más.
Me
quiebra el querer morir,
Y todo
se me muere
en un despacio pálpito enhebrado.
La
garganta brusca torna a crepitar.
Morir,
tenderme
a la ausencia
como un árbol.
Al
venir vine invitado de narices
Y
ayyy! quiero el té, la colcha, el zaguán.
El vaho
de mis ojos puebla el acero del espejo
Las
aves reptan sobre los reflejos trizados
del embravecido mar.
Morir,
morir como desobediencia civil.
Dios,
que una
devastación
de brasas me devore,
que los dedos de una sombra
me aprisionen.
Que la
carne se me vierta en
una boca
Qué,
¿no ves?
¿En tu sangre no coagulan mis culpas,
mis hartas pólvoras,
mi deshecho corazón?
Dios,
en este paraje de boscosas y viles ironías,
Pregunto
¿Hacia dónde vas?
Dos
Hembra
Duros
pétalos
Diosa
que se descubre al hombre.
Varón
no te
ilusiones,
mira
que el sueño dura lo que el asombro.
El
candor sin clemencia se rompe.
No
estés con los ojos,
sácate
el apuro.
Osamenta,
vuelca tu queja única
y ya no aguardes
que
para ella el mundo brinca
como un trompo de madera.
Tejido
de heladas lluvias
Tímido fulgor del bronce.
Varón,
algún
día:
hembra que vuelve en el rocío.
No la
aguardes.
Fuga
entre los estrépitos del monte.
Hembra,
torna
a poblar el espacio
que el polvo ocupa.
Ave que
emigra del humo
que se curva como una seña
que viene a morir en el desierto.
A
rastras, aletea,
va hacia donde la luz se esconde.
Hembra,
carnívora
de boca fría
cabellera
del círculo,
boca
húmeda de trueno.
El que
aguarda
“Hay un loco que espera en vano
en la esquina de un parque”.
Creo en
ti,
quieras
o no.
Creada
puntual,
Doliente
hija de mis palabras.
Mira
que aguardo
un día y otro,
un día
y otro,
rigor
batallador paciente,
así
cotidiano inútil,
asignada
ausente
simiente evaporada.
Creo en
ti,
jugador
que soy
así
severo,
señalada.
Penélope
Tenía
en mente una frágil gacela
con ojos de lumbre y color de papel.
Está
llorando,
no la ve venir.
Son las
diez.
Quiere
ser la polvareda traslucida,
la
noche sucedida,
la
aurora que declina,
la
agonía.
Ser la
piedra que se erige
y luego se destruye
o el abismo
que es eterno y vano.
Ser un
ojo
devorado por un mito,
una
lengua muerta,
un
cóncavo cuerpo corrompido,
un perfume vertido al viento,
una palabra.
Abre
los ojos
a la hora que se cubren los espejos.
Ella no
volverá.
Cree
que Ulises arribará del sueño.
Se
tiene por un árbol hendido por los siglos.
Así
morirá,
y el tiempo se olvidará de su obra.
Soledades
Habitante
de sombras
Cuerpo
curvado
Mano de
rugosas concavidades
Solitario
entre penumbras
Vigía
que aguarda inútilmente
Punto
al margen
Invisible
hacedor de caminos
Caminante
de rutas y de escombros.
La
soledad del cautiverio
Corazón
cautivo
Nombre
que entre rumas
esconde el nombre
nombre escondido entre lunas
y la luna va y me nombra
en su ciclo leal y su escondite
Soledad apenas
del que se agita y llama
entre trompas e imprecaciones:
las imperceptibles cifras
de su nombre.
MARINAS
Mar
Cruzan
en la espesura azul
medusas
del sueño
Infinita
soledad del marinero
vastedad en calma
lejano puerto
vienen por mí las mareas.
Mientras
el plancton
devora tus palmas
nos rodean
los seres larvarios
las nutrientes ramas.
Nos
alimenta el océano
duerme la barca
sobre la mar brava.
Soledad
bípeda
anudan las algas
aniegan las balsas
y entre corrientes
la vela navega
echada a su suerte.
Tempestad
Yo no
creo en las tempestades
ni creo en las sombras que me rodean
abomino de los naufragios
y de las islas desiertas.
Marino
voraz que traga las leguas
entre rocas de coral
Peón de
agua
desafiando las distancias.
Ciudad
marina
Erigí
esta urbe
sobre las piedras.
Entre
los matorrales marrones
en el confín de la isla
entre las plateadas tierras.
No hay
Viernes ni lúcumas
adormilan los cocos
rige el silencio
entre las tinieblas.
Luciérnaga
que acecha
fogón entre las nieblas
te
pareces al lucero
que alumbra las sierras.
Pendientes
cordillera
fragor del recuerdo en que estoy,
lejos,
punto de luz
rubia cascada de antiguas guerras
incierto vapor y llama
dolor que curte y eleva.
Inseguridad
de infinitos
entre los lindes del abismo
Luciérnaga
que da a luz
a las hijas de Zeus
celestías bordadas
que musito y apercibo
Criaturas que son fundamento
anclas de luz de los oleajes.
Náufragos
Van a
la sombra
con sigilo del depredador: el tiempo.
Malas
notas para los hombres:
habrán
de morir
en el azul tornado
en los cascos platinados
en las veredas
en el ático
el mercado
No lo
sé,
pero el
filo aguarda
no desfallece del tiempo
No teme
lejos se lleva el polvo
de los magníficos cuerpos
en el Atlántico
en el rudo Leteo
entre las falanges de Caronte
o en el simbólico fuego
con el que los vikingos
honran a sus muertos.
La
orilla mientras tanto
me colma
y de elementos me colma el agua
de nutrientes la piel y el ojo
de sales la garganta
Muerto
feliz al cabo
el del río que da a la mar
navegante
de vientos húmedos
de brisas pasajeras
y entre ellas el ardor desnudo
la plácida extensión que nos somete
y
morimos entre resuellos y murmuraciones
felices
a un tiempo
entre apretados nudos.
El quid
de la vida en un abrazo
y el norte feliz en los Barbados.
Miran
tus pupilas
me sobrecogen
trizas de espejos en los astros.
El
puerto
Niña.
Hoy tan
cerca, tan marcial.
Esas
cejas nuevas
y los ojos recién puestos.
Veo
partir los barcos.
El
muelle guarece,
El sol
reposa su aura magistral.
Hilvanando
nombres me pasé la tarde.
El
muelle, la ronda del lobo, la risa, la aurora.
El
océano metálico de cantico nupcial.
Es la
memoria.
El
lecho nuboso a medio armar.
Ese
amor,
sublime,
trágico,
hileras
angostas trepan en mi cuerpo
niña,
desasido
collar de antiguos ritos.
Encrespados
mares por navegar.
Y ese
río ineludible y mortal, mujer, ¿para dónde irá?
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