viernes, 1 de junio de 2012

La vida sencilla

No pretenderé la vida que se arregla entre espejos y lámparas, la de los grandes salones. Me bastan para vivir mis escritos, mis historias, los reportajes que lanzo a la deriva en las ediciones del diario, las entrevistas que me enriquecen, la poesía que trazo y me recorre.

No tengo el vehículo a la entrada de la puerta, me transporto entre públicos. No soy de los vanos que desprecian las multitudes, camino y me abro paso en callejas atiborradas. Amo a la gente. Soy de entre los humildes apenas el que conoce de la finitud, la debilidad y la incertidumbre humana.

No aspiro a riqueza ni cargo alguno sino a seguir en lo que ahora estoy, escribir, ser leído, escribir, leer, leer, ver, olfatear, para eso me basto y me basta la vida. Esa es mi función, enseñar, de lo muy poco que sé y aprender de lo infinito de cúmulos de conocimientos que me son esquivos muy a la mala.

Volcar y sorber, volcar y sorber. De eso se trata mi vida y quizás la vida. No acumulo nada fuera del seso. Carezco de oro y esmeraldas. No uso chequera y me es suficiente el oro sin abrigo de mis libros, la majestuosidad de un parque en la madrugada y el océano desde los acantilados. Eso es todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario