Fue Ray Bradbury quien nos aleccionó narrativamente sobre el llamado "Efecto Mariposa". Un solo hecho, por más nimio que sea, puede modificar la estructura del universo. El aleteo de una mariposa, por ejemplo. Quizás no sea tanto así y los hechos no estén tan concatenados unos a otros como se cree. Difícilmente me trago la teoría de una unidad en las cosas, como si estas no tuvieran su lógica y destino autónomo.
Sin embargo, desde la ucronía puedo asumir que un solo instante en el pasado es suficiente para cambiar el destino de un hombre en todas sus complejidades y dimensiones. Desde el matrimonio a la muerte, todo se define por cada decisión o elección que tomamos. Ningún paso es intrascendente en la medida que se trate de una elección. El hombre se aburre y entre darse una vuelta o quedarse en casa elige lo primero. Luego elige un parque y dentro del parque una banca. Un pajarillo travieso desmonta sus desperdicios sobre el personaje, quien elige una lavandería entre tres para llevar su casaca manchada. En la lavandería conoce a su futura esposa, decide invitarla a salir. Se conocen, se casan, tienen un hijo y el hijo llega a ser Presidente. Enloquece en el poder y asesina a un millón de personas de cierta etnia. Es decir, un millón de personas son muertas porque un hombre, 50 años atrás, eligió darse una vuelta antes que quedarse en casa.
De no haberse dado una vuelta hubiera conocido a otra mujer o a nadie quizás. Ese es el juego de la cadena de circunstancias y decisiones que construyen, en conjunto, aquello que llamamos "destino".
Nadie puede prever las consecuencias de sus actos ni controlar las fuerzas del futuro, que solo se generan a partir de los actos individuales en una situación de espontaneidad y falta de manejo del inefable azar.
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