jueves, 25 de octubre de 2012

Pluma al viento

En definitiva no hay una meta que salte a la vista o un programa al que deba ceñirme. No existen cargos ni lauros por alcanzar (los laureles bien van para los tallarines, así es Lucho Hernández) y por tanto la aspiración mayor de este escribidor no es más que enriquecer el día preciso en el que me ubico.

Se trata de volar aventurera como una pluma al viento, sin senda ni predeterminación, aunque surtiéndome del mayor goce que el aire fresco, el agua y el color me tengan por bien ofrecer.

Que si obtengo o no un premio debiera, al menos, ser irrelevante porque de no serlo se torna la esperanza en grillete y el resultado en desazón. Descubro, por ejemplo, que en el mundo literario solo los premios (los relativamente importantes, claro) le proveen de vida a un escritor, que sin fama es "nadie" y habita la nada por donde transita su ligera existencia. Sin precisar, hay mediocres de la pluma que ganan la gloria sin merito, a la sazón de un premio o una seguidilla de premios inmerecidos. Hay otros, que con el talento como crédito no son vistos, menudean en su mundo menudo sin la consagración que un trofeo concede.

En buena cuenta, la vida se compone más de azar, de fortuna o de infortunio, que de voluntad y determinación. No es el hombre el artífice de su éxito sino las mudanzas accidentales y azarosas del tiempo. Es ese azar, esa suerte de capricho de los hados los que obsequian o mezquinan la gloria artística, cuando el talento no es lo que escasea sino la coronación del esfuerzo. Maquiavelo se refería al forcejeo entre la voluntad y el azar. Me consta que en esa disputa (al menos en el caso del autor de este blog), no fue el plan o la decisión quienes ganaron la partida. Aquello que el bloguero siempre se propuso no fue, fue la senda alterna, involuntaria, en ocasiones feliz. Por tal razón me descubro como quien odia los concursos y los planes (pese a que me sometí a ellos cuando pude). Al decir verdad, mal hace quien se sujeta a un resultado, al juicio y la voluntad de otros.

Mejor es la vía de la independencia, del aquí y el ahora, del vivir sin resultados pendientes, sin el crudo despertar en las inmediaciones de una derrota. El viento, apenas eso. Y la humildad, desde luego, que me permite tener por claro que el merito de mi obra es poco y que poco es lo que puedo aguardar de ella, sino el goce pleno de la creación. No más.


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