miércoles, 14 de noviembre de 2012

Diferencias

En 1970 un joven intelectual hurgaba en las bibliotecas aquella información que requería para sustentar o completar un razonamiento. Podía hallar uno o dos elementos adicionales. Tardaba, posiblemente, días en elemental hallazgo y una buena parte del tiempo en procesar el documento en un papel. Del libro a la rudimentaria Remington.



Hoy, un joven intelectual recurre a la no siempre certera autopista de la información. Aunque debe cotejar más, encuentra decenas y cientos de elementos que le permiten enriquecer su investigación. Lo que en los 70 le costaba más esfuerzo y semanas, le toma actualmente unos minutos. Los cúmulos de datos que disponen a un mayor y mejor aprendizaje están allí y, por tanto, la oportunidad de construir sabiduría y erudición es hoy más tangible y real que hace unas décadas.

Un joven que en 1970 pretendía sorber del mundo, estaba forzado a tener recursos y utilizarlos para financiar sus viajes. Conocer de otras culturas implicaba viajar. Aunque es importante volar para quien tenga esa inquietud, hoy el mundo está al alcance de la mano en una globalización que nos invade. Con cierta disciplina cualquier explorador o cosmopolita sin recursos puede conocer de otras latitudes recurriendo a Internet o a cualesquiera de las decenas y centenas de canales de cable que lo aproximan a la vida de otras naciones. Y hay para toda expectativa y gusto, canales de viajes, de cultura, de exploración geográfica y estaciones nacionales que permiten una mirada a lo que la televisión de cada país tiene que decir.

En 1970, un solitario permanecía abrumado en su soledad, contactando apenas con la gente de su vecindario. Las redes sociales amplían el espectro de la amistad y la relación constante y fluida permanentemente. Cualquier curioso con ímpetu de aprender puede conocer más aun de la vida y pensamiento de los otros con solo construir una red en facebook. Esta herramienta le concede aprobación al que la requiera como un resorte psicológico, da luces sobre la cotidianeidad de cada quien y permite a cualquier curioso verificar el estado de la existencia de los viejos amigos. En algunos casos, algunos podrán comprobar que el tiempo transcurre para todos, que el deterioro del otro o de la otra a la que se aspiraba produce alivio y que el éxito coronó algunas vidas más que a otras. Estar comunicados tiene sus ventajas aunque lleva a algunos hacia una vida virtual que los aparta de la relación real, siempre más rica y provechosa.

Un periodista en los 70 resolvía su necesidad de información en los cables, se tardaba. Hoy tiene múltiples formas de llegar al dato en tiempo real inclusive. Este blogger supo del último gran terremoto de Japón a unos minutos de producirse y conoció de muertes y tragedias casi al instante de que se produjeran gracias al twitter. En otros tiempos hubiera tardado más horas. Siglos atrás la información tardaba horas o días y no se prestaba a la integridad.

Definitivamente, las olas de información y las múltiples vías de acceso al conocimiento deberían hacernos más sabios y proveernos de una mirada más amplia de la realidad. Un niño de 10 años tiene más fuentes de sabiduría que las que tuvo Aristóteles o Platón en la madurez. En un aparato pequeño puede actualmente caber una descomunal biblioteca y podemos acceder a un libro desde cualquier lugar en que nos encontremos.

Curiosamente hasta la enseñanza va a otro ritmo, a la velocidad y exigencia de los nuevos tiempos. Compruebo que a los niños que frisan los 8 años les enseñan temas que a los de mi generación se los enseñaban en la secundaria (bordeando los 13 años). El adelanto y la formación helicoidal habrá de llevar hacia generaciones portentosas que, por todo lo dicho, debieran estar más adelantadas que las de antes. Como todo en la vida, si es que se sabe aprovechar, desde luego. Porque el embrutecimiento no es más que una opción voluntaria.

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